de Conrado Monreal ss.cc
05.07.2013 14:19
HA MUERTO PACO JIMENEZ A LOS 68 AÑOS
Paco ha sido un santo, pero si os parece bien, suprimamos la palabra santo
porque es palabra que está colgada de las estrellas y Paco estuvo a pie de
calle con los hombres y con los pobres. Había entendido muy bien aquello
de San Pablo: “Jesús, no hizo alarde de su condición divina sino que se
hizo uno de tantos.” Paco fue uno de tantos, al estilo de Jesús, sencillo,
pobre con los pobres, desprendido de todo y amoroso con todos, de carácter
fuerte pero represado. En él se cumplió aquella oración de Jesús: “Gracias
Padre porque has revelado estas cosas, el corazón de Dios, a los humildes y
sencillos”. Por eso, Paco, tuvo la sabiduría de descubrir a Dios y de
seguirle, como perro cazador sigue el rastro de la caza, y lo alcanzó y se
llenó con la presencia y la fragancia del amado.
Pero comencemos por el principio y sigamos su historia de hombre no sea
que creamos que anidaba con los ángeles olvidando que era, también,
hombre pecador, al menos con letra pequeña.
Nació en Olite, abrió los ojos a este mundo difícil el 9 de Febrero de 1944,
escribiendo su historia en sesenta y ocho páginas. En ellas aparece
Miranda, el noviciado y la filosofía en San Miguel del Monte, la teología
en el Escorial donde se ordenó sacerdote el 22 de Marzo de 1969. Al
terminar sus estudios cogió la mochila repleta de evangelio y se la cargó al
hombro. Comenzó su sementera en Málaga pero pronto desembarcó en
Paraguay donde vació la mochila en los 38 años de presencia en esa tierra
pobre.
Bebió el comienzo de su fe con la leche materna y fue creciendo hasta ser
un hombre de Dios. La categoría de un hombre se mide por la vivencia
esperanzada del sufrimiento y Paco supo vivir, sin redoble de tambor, el
misterio del dolor. Hace dos días se encontró con Dios en la pradera de su
regazo y ha podido decirle como Job: “antes te conocía de oídas ahora te
veo cara a cara y veo que en todo tenías razón, Padre.
Que no se me olvide de decir, antes de terminar, que he encontrado el
doble de Paco, se llamaba como él, Francisco, pero este era de Asís. Los
dos fueron instrumentos de Tu paz, los dos pusieron perdón y amor donde
había discordia y rencor, los dos pusieron fe, esperanza y luz donde había
tinieblas y desesperación y los dos sabían poner alegría y consuelo donde
anidaba la tristeza y el desconsuelo. Intentaron más el comprender y el
amar que ser comprendidos y amados, se olvidaron de sí para entregar su
vida a los demás, hasta el fin. San Francisco murió alabando a Dios y tú,
Paco, no creo que le vayas a la zaga. Amén.